Me senté a pensar un momento cuando había descargado mi enojo y mi dolor y me hice la pregunta del millón: ¿“Por qué a mí?”. Nadie lo sabe, a veces las cosas funcionan así. Hay un dicho que dice “el bien se paga con mal”. Nunca antes lo había creído hasta que la vida me lo restregó en la cara.Di lo mejor, traté como a nadie y era feliz haciéndolo. De pronto todo se volcó en mi contra. No entendí por qué, no sabía a quién reclamarle, ¡si a la vida o al mismo Dios! Mi tristeza y mi angustia se confundían pensando en las razones. Me parecía un mal sueño; sólo deseaba que fuese una pesadilla de la que pronto despertaría.Traté de conciliar mi sueño, traté de cerrar mis ojos y poner mi mente en blanco. Por mucho tiempo mis intentos fueron en vano. Mi corazón, deshecho y sin sitio, empezó a ubicarse de nuevo en mi pecho. De a poco empezó a unirse, aunque ya lastimado y roto.Logró llegar a su puesto y empecé a buscar una solución. No la encontraba, estaba totalmente solo y confundido en el gran laberinto de la vida, donde nadie sabe cuándo ni dónde encontrará la salida, o lo que es peor, si la va a encontrar.Le busqué mil explicaciones a pesar de que el tiempo había corrido. Me sentía sin valor, utilizado y con un gran nudo en mi garganta, de esos que tienes que contener porque no tienes ni el espacio donde ni la persona con quien desahogar. Acumulándose día tras día, mes tras mes, año tras año. Así era, literalmente estaba en soledad.Hice de todo por ayudarme. No tenia a nadie pero ya no podía más, habría que hacer algo o me moriría de puro dolor si eso no fuese así. Una tormenta de locura invadiría mi mente y acabaría en un manicomio.
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